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Los sponsors que nutren la fábrica de sueños del karting
Desde que en un agosto de 1956, Art Ingels y Lou Borelli inventaran en California una especie de estructura tubular más parecida a un juguete que a un vehículo, la práctica del karting no ha dejado de extenderse por todo el mundo a nivel de entretenimiento pero también para que los pilotos puedan foguearse y pulir su pilotaje desde una edad temprana con vistas a llegar a la cima del automovilismo. Mantiene la esencia del motorsport clásico pero en este deporte emerge también el compañerismo y el trato cercano alejado de la competitividad extrema de la Fórmula 1. Quizás por eso, la mayor parte de pilotos de la máxima categoría del motor añora sus años de niñez en los circuitos. Un casco, un mono, botas, guantes, los mismos neumáticos de hace dos meses y a correr.
Todo empieza en el karting . Primero en carreras locales, más tarde regionales, después nacionales y, finalmente, en la meca de esta disciplina, Italia. Todo este camino de ilusiones es también un camino de enormes gastos. Tan solo un kart medianamente competitivo, equipamiento de seguridad y técnicos que le hagan el mantenimiento puede suponer una cifra próxima a los 10 000 euros. Es solo el comienzo. Esta cantidad puede multiplicarse por cinco en los campeonatos nacionales y por diez en el caso de dar el salto al plano internacional. Cada inversión es siempre poca, además, tratándose de una competición en la que la calidad del material siempre importa y, por ello, no es casualidad que las mecánicas más humildes no salgan de las últimas plazas de la parrilla.
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